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¿Cómo podemos proteger a nuestro hijos del sol? Conoce las claves para evitar quemaduras solares este verano.

Posted on 26-06-2018

Uno de los problemas que objetivamos en la época estival en la consulta de pediatría  son las quemaduras solares, de ahí que sea de gran importancia, la educación a la población infantil en hábitos de exposición solar saludable y  modificación de actitudes con respecto al sol, el bronceado y la fotoprotección (tanto en lo que se refiere al uso de ropas y otras medidas físicas como la utilización de cremas protectoras.

Factores del entorno como la arena seca en la playa podría reflejar hasta un 15 % de radiación ultravioleta (UV) y el agua y la espuma hasta un 25%. La nubosidad reduce algo la penetración de los rayos solares, especialmente los infrarrojos y luz visible, pero puede ser un serio factor agravante de quemaduras porque no se percibe el calor sobre la piel, generando un riesgo silente por exposición infravalorada.

 

EFECTOS DE LA EXPOSICIÓN SOLAR 

La piel del niño es más sensible a los daños solares que la del adulto, el estrato córneo es más delgado, el tamaño de los corneocitos es más pequeño y la concentración de melanina es menor. Por ello, se debe hacer énfasis en recordar la importancia de proteger la piel sobre todo en los primeros años de vida que es cuando se produce daño por radiación ultravioleta acumulativo y más significativo.

No debemos olvidar que los efectos del sol son acumulativos, de modo que la piel “recuerda” toda la radiación recibida desde la infancia y los efectos negativos pueden irse manifestando de forma paulatina a lo largo de la vida adulta.

 

PREVENCIÓN DE LAS QUEMADURAS SOLARES

Los seis pilares fundamentales para la prevención de quemaduras solares son:

  1. Fotoprotección: aplicación de protectores solares.

  2. Minimizar la exposición a las radiaciones solares en las horas de máxima incidencia de radiaciones ultravioletas (12-16 horas).

  3. Evitar el alcance directo de la radiación ultravioleta sobre niños menores de 6 meses.

  4. Uso de prendas de vestir frescas que cubran la mayor superficie de la piel posible.

  5. Cubrirse con prendas de vestir protectoras frente a la radiación ultravioleta.

  6. Resulta menos nocivo broncearse gradualmente en lugar de someter a la piel a agresiones bruscas e intensas, que podrían llegar a ser factor desencadenante de cáncer de piel.

Los fotoprotectores son aquellas sustancias que absorben y filtran la radiación UV. Su uso correcto es fundamental para que sea efectivo. La mayor efectividad se consigue aplicándolos de 15 a 30 minutos antes de la exposición solar y reaplicándolos cada 2 horas en las zonas fotoexpuestas o tras actividades físicas intensas o inmersión en agua, que puedan eliminarlo de la piel. El método que se emplea para la determinación del SPF (factor de protección solar) utiliza una cantidad de producto de 2mg/ cm2 de piel. Sin embargo, habitualmente, cuando nos aplicamos un fotoprotector nos solemos aplicar entre 1- 0,5 mg/ cm2 de piel. Por ello, el SPF se puede ver reducido entre un 20 y un 60% del valor indicado en el envase. Por tanto, si queremos proteger adecuadamente la piel, necesitamos SPF de 30 o superior.

Aunque como norma general se recomienda no aplicar fotoprotectores en niños menores de 6 meses, para evitar hipotéticos problemas de toxicidad secundarios a la mayor absorción de la piel del neonato, es aceptable aplicarlos en pequeñas áreas en aquellas situaciones puntuales en que la piel del bebé no pueda ser protegida total y adecuadamente con ropas, y siempre evitar la exposición directa al sol.

Para bebés y niños menores de 3 años, además de recordar que la exposición tiene que ser siempre indirecta y limitada en el tiempo, se prefieren las texturas en crema, enriquecidas en elementos hidratantes (glicerina) y emolientes (manteca de karité) que aseguren, además de una fotoprotección eficaz, una protección óptima de la barrera cutánea y que eviten la tendencia a la deshidratación que sufren estas pieles. Hay, por tanto, que extremar la fotoprotección con medidas físicas y utilizar los fotoprotectores en aquellas áreas que no podemos proteger de esta forma.

Para niños de 3 a 12 años, los fotoprotectores también tienen elementos hidratantes adaptados a su piel. Podemos elegir productos en leche o loción, tanto de aplicación clásica como en spray. Los sprays multiposiciones resultan muy prácticos, pero siempre hay que tener en cuenta que hay que extenderlos de forma homogénea. Para las actividades acuáticas intensas, tanto en mar o piscina, elegir productos “wet skin”, fáciles de aplicar con la piel mojada, que garantizan una aplicación rápida y homogénea, sin necesidad de secar la piel. Para adolescentes con piel grasa o tendencia acneica, existen productos en microemulsión muy ligera, con elementos específicos de cuidado de estas pieles: elementos matificantes y absorbentes del sebo y el sudor, así como seborreguladores (sales de zinc). De este modo aseguramos una aplicación muy ligera, y a la vez tratamos el exceso de grasa y sus consecuencias.

 

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