El lunar o Nevus benigno es una acumulación de células pigmentarias que aparecen en la piel, a modo de mancha. En los adultos podemos encontrar alrededor de 20-25 manchas pigmentadas en el cuerpo, aunque su número depende de factores hereditarios, de las exposiciones al sol y de ciertos factores que las favorecen como por ejemplo el embarazo.
El tamaño, color y forma de los lunares es variable, en función de su localización y modo de aparición. Casi siempre son benignos pero cualquier modificación de su aspecto puede ser el primer signo deun melanoma maligno.
Un lunar se considera sospechoso cuando:
• Aumenta de tamaño.
• Cambia de color.
• Cambia de forma.
• Provoca picor o dolor.
• Presenta costras o sangra.
¿Qué es un Melanoma?
El Melanoma es un tipo de cáncer de piel que se desarrolla cuando las células llamadas melanocitos se convierten en malignas. Puede surgir espontáneamente o bien sobre un lunar que se modifica. Generalmente se genera en adultos, aunque puede casionalmente encontrarse en niños. Las personas de riesgo o más susceptibles de desarrollar un melanoma, son aquellas que:
• Tienen antecedentes familiares de melanoma
• Ya han tenido un melanoma en el pasado
• Tienen lunares que cambian de aspecto
• Tienen un gran número de lunares
• Se queman fácilmente al sol o se broncean muy poco (de piel clara, pecas y ojos claros)
• Tienen antecedentes de quemaduras solares importantes
• Trabajan o realizan actividades frecuentes al aire libre
Consejos de su Dermatólogo para protegerse del sol
1. Antes de tomar el sol:
Debemos tener la piel correctamente hidratada y limpia. Hay que evitar el uso de productos que contengan alcohol y perfumes, ya que pueden dar lugar a manchas oscuras en la piel. Tenemos que conocer nuestro tipo de piel y en consecuencia elegir el protector solar adecuado.
Media hora antes de la exposición hay que aplicar el producto abundantemente sobre la piel bien seca.
2. Durante la exposición al sol:
Hay que evitar tomar el sol entre las 12 de la mañana y las 4 de la tarde. Debemos tener en cuenta que el agua y la arena reflejan los rayos solares, aumentando los efectos sobre la piel, por lo que pueden producirse quemaduras incluso a la sombra. En las primeras horas de exposición debemos emplear una protección más alta, y hay que seguir protegiéndose aunque la piel esté bronceada.
Además, hay que extremar las precauciones en las partes más sensibles del cuerpo como son cara, cuello, escote, orejas, empeine y calva, sin olvidar proteger también los ojos con gafas de sol y los labios.
Es preciso utilizar protección incluso en días nublados y beber líquido en abundancia para compensar la pérdida que se produce. Debemos aplicar el protector cada 2 horas y siempre después del baño.
No exponga al sol a bebés y proteja a los niños con camiseta, gorra y gafas de sol.
3. Después de la exposición:
Hidratar la piel después de una ducha de agua tibia, para recuperar la pérdida de agua y prolongar el bronceado. Además, para evitar el envejecimiento, deberán cuidarse especialmente la cara, las manos y el contorno de los ojos con productos específicos.