El diagnóstico precoz es clave para el tratamiento con éxito de las enfermedades oculares derivadas de la diabetes. Así lo afirma la jefa de la Unidad de Retina del Hospital Universitario Hospiten Rambla, Alicia Pareja, tras confirmar el aumento de casos de retinopatía diabética tras la COVID-19.
La especialista en retina de Hospiten comenta que las personas diabéticas, durante la pandemia, redujeron su actividad física y cambiaron su alimentación lo que ocasionó una progresión de la retinopatía.
“La retinopatía diabética no genera síntomas en su etapa inicial, por lo que el diagnóstico precoz de la enfermedad puede evitar futuras complicaciones de la patología’’, argumenta.
La retinopatía diabética es una afección del ojo que puede ocasionar la pérdida total o parcial de visión y ceguera en personas con diabetes. Afecta principalmente a los vasos sanguíneos de la retina y al parénquima retiniano. En estadios más avanzados de la enfermedad, los vasos sanguíneos de reciente formación de la retina pueden sangrar en el vítreo originando pérdida de visión. Cualquier persona con diabetes tipo 1 o tipo 2 puede desarrollar retinopatía diabética.
Síntomas y tratamiento
La retinopatía diabética se presenta de forma asintomática en estadios iniciales y, en otros casos, se hace notoria a través de la disminución de la agudeza visual, la distorsión de las imágenes, la pérdida de visión repentina o la ceguera.
Según la doctora Alicia Pareja el diagnóstico de retinopatía diabética suele retrasarse por lo que es necesario, una vez se notifique la enfermedad, acudir al oftalmólogo lo antes posible para verificar si hay lesiones de fondo de ojo.
Los oculistas pueden comprobar la presencia de retinopatía diabética durante el examen de ojos con dilatación de las pupilas. También, puede detectarse a través de la retinografía (foto del fondo del ojo). El seguimiento ocular por diabetes se realiza siempre en ambos ojos, aunque uno de ellos no presente afectación.
Algunos pacientes con retinopatía diabética únicamente precisan realizar controles periódicos de su estado o la inyección de fármacos intraoculares. En otros casos es necesaria la aplicación láser y, en los casos más avanzados, es preciso recurrir a la cirugía como la vitrectomía.