“Los trastornos del sueño pueden aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas y reducir la calidad de vida”, según afirma el neurofisiólogo clínico de Hospiten en Tenerife y Hospiten Lanzarote, el Dr. Txomin Navajas Carasa.
Hasta finales del siglo pasado no se realizaron clasificaciones de los trastornos del sueño, no fue hasta 1980 que la medicina reconoció que no dormir bien es una enfermedad. El 50% de la población adulta y un 24% de la población infantil, no tiene sueño de calidad. En España, alrededor del 40% de la población ha pasado noches en vela (insomnio agudo). De estos, hasta el 15% deriva en insomnio crónico y, solamente, un 2,5% acude al médico.
Según palabras del especialista de Hospiten, “se considera trastorno del insomnio a insatisfacción de cantidad o calidad del sueño durante 3 noches/semana más de tres meses”. “Estos trastornos pueden deberse a factores psicológicos, el estrés, el miedo a no dormir o los episodios distímicos.”
Para poder identificarlos hay que tener en cuenta síntomas como la irritabilidad, cansancio o tendencia al sueño, falta de concentración e incapacidad para la vida laboral y familiar. “Estos síntomas nos deben alertar y acudir a un médico especialista, para un buen diagnóstico y evitar cronificar la falta de sueño y sus consecuencias”, explica el doctor Navajas.
Los trastornos del sueño se clasifican en tres tipos de insomnios en función de su duración: los episódicos, cuando su duración es de uno a tres meses; los persistentes, cuando duran más de tres y los recurrentes cuando los episodios tienen una duración de más de dos años.
Por lo tanto, la falta de sueño puede ocasionar en trastornos de hipersomnia, como la narcolepsia, trastornos relacionados con la respiración, como el síndrome de apneas obstructivas del sueño (SAHS), trastornos del ritmo cardíaco de sueño o vigilia-sueño o parasomnias, como las pesadillas.
El Dr. Navajas aconseja que, “hay que tratar el sueño con la importancia que posee, por lo tanto, tenemos que saber que hay hábitos que debemos realizar siempre que sea posible, es decir, son los hábitos no negociables, como: no tomar bebidas excitantes, conservar el ritmo de vigilia-sueño, tener una buena alimentación y realizar ejercicio físico y reducir la actividad en las horas cercanas a irse a dormir.”
Por otro lado, también ha apuntado la importancia de mantener horarios lo menos variables posibles, tratar de tener una temperatura óptima y una habitación ventilada y lejos de los ruidos.
“Dormir no es una pérdida de tiempo. Es una etapa o periodo del día en el que se reponen neurotransmisores, receptores, ordenamos la memoria, restauramos la función cardiovascular, por eso, dormir bien aumenta la calidad de vida. Nos pasamos un 33% de nuestra vida durmiendo y nuestro objetivo es que sea de calidad y reparador”, ha concluido el especialista en neurofisiología clínica y trastornos del sueño.