Hay que tener muy presente que estamos ante una nueva entidad clínica, una enfermedad de la que, aunque se nos haga ya demasiado larga, apenas estamos lidiando con ella hace poco más de un año, y por tanto todavía estamos conociéndola. Cuando comenzó la pandemia de COVID-19, las descripciones iniciales de la sintomatología se centraron en las presentaciones clínicas de los pacientes en el entorno hospitalario agudo. En los meses posteriores, estuvieron disponibles datos sobre cómo cursan los pacientes con enfermedad leve (Gandhi, abril de 2020), junto con información sobre la aparición bastante común de enfermedad asintomática (Moriarty, marzo de 2020; Kimball, abril de 2020; Wei, abril de 2020; Él, abril de 2020). Más recientemente, han surgido datos de que algunos pacientes continúan experimentando síntomas relacionados con COVID-19 después de la fase aguda de la infección.
Actualmente no existe una definición de consenso claramente delineada para la afección: la terminología ha incluido "Long-COVID", "síndrome post-COVID", “COVID-19 persistente” y "Long haulers".
Numerosos estudios van reportando que los individuos recuperados de la COVID-19 pueden tener persistencia de síntomas, anormalidades radiológicas (>50%; Hang, enero de 2021) y compromiso en la función respiratoria incluso durante varios meses. Los adultos mayores y aquellas personas con patologías de base son los que más probablemente presenten síntomas persistentes de la COVID-19, pero incluso se han reportado casos de personas jóvenes y sanas que pueden sentir malestar durante semanas a meses después de la infección. Investigaciones publicadas en JAMA y British Medical Journal, después de un seguimiento prolongado, mostraron que el 87,4% de los pacientes informan de la persistencia de al menos un síntoma. Estos pueden ser dolor muscular y en las articulaciones, debilidad, dificultad para respirar, palpitaciones, dolor torácico, erupciones cutáneas, mareos, confusión, cambios en la visión, apatía y desmotivación, según una encuesta a 1.500 individuos, realizada por la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana (Estados Unidos), se han descrito más de 50 síntomas relacionados. Las complicaciones más graves parecen ser menos comunes, pero se han informado cada vez más (Davies Dic 2020). Estas complicaciones incluyen:
- Cardiovasculares: inflamación del miocardio, disfunción ventricular
- Respiratorias: anomalías de la función pulmonar (fibrosis, alteración de la difusión y transporte de gases (oxígeno, CO2)
- Renales: disminución de la función renal aguda
- Dermatológicas: erupción cutánea, alopecia
- Neurológicas: disfunción olfativa y gustativa, desregulación del sueño, cognición alterada, deterioro de la memoria
- Psiquiátricas: depresión, ansiedad, cambios de humor
En un estudio con diferentes agrupaciones por síntomas de infectados con COVID-19 —siendo el grupo 1 los asintomáticos—, los investigadores de Wuhan (China) detectaron que el 60% de todos ellos tenían anomalías pulmonares (22% los del grupo 1). A las personas que piensan, especialmente los jóvenes: "es una enfermedad leve, ni siquiera tengo ningún síntoma, ya lo superé", lamentablemente hay que decirles que los datos sugieren lo contrario: hay evidencia de daño miocárdico, miocardiopatía, arritmias, fracciones de eyección disminuidas, cicatrices y disminución de las capacidades pulmonares y accidentes cerebrovasculares. De hecho, independientemente de las condiciones preexistentes, la gravedad de la enfermedad (67% de los casos estudiados eran leves o asintomáticos en su domicilio) y el tiempo de diagnóstico, una investigación de un hospital en Frankfurt publicada en JAMA, detectó afección cardíaca en el 78% de los sujetos e inflamación miocárdica (miocarditis) en el 60% (Puntmann Ago 2020).
La caracterización de la etiología y fisiopatología de las secuelas tardías está en curso y puede deberse a daño orgánico de la fase de infección aguda, manifestaciones de un estado hiperinflamatorio persistente, actividad viral asociada con un reservorio viral del huésped o una respuesta de anticuerpos inadecuada. Los factores, además de la enfermedad aguda, que pueden complicar aún más el cuadro incluyen el desacondicionamiento físico al inicio o después de un curso prolongado de la enfermedad, comorbilidades anteriores al COVID-19 y secuelas psicológicas después de una evolución larga o difícil de la enfermedad, así como los relacionados con cambios en el estilo de vida debido a la pandemia. Es probable que las secuelas persistentes de COVID-19 representen múltiples síndromes resultantes de distintos procesos fisiopatológicos a lo largo del espectro de la enfermedad.
Se están abriendo Unidades de atención post-COVID-19 en nuestros centros médicos, que reúnen a equipos multidisciplinares para brindar un enfoque de tratamiento integral y coordinado para el abordaje del post-COVID-19. Los Institutos Nacionales de Salud y diversas sociedades científicas (SEMI, SEMERGEN) han publicado pautas provisionales para el tratamiento médico del COVID-19, incluida una sección sobre síntomas o enfermedades persistentes después de la recuperación del COVID-19 agudo. Estas pautas se actualizarán a medida que surja nueva información.
Dr. Jorge Baccelliere
Gerente de Planificación Asistencial