El Grupo Hospiten recuerda que el sueño es una actividad necesaria para mantener el buen funcionamiento de los procesos que regulan el equilibrio físico y psíquico del organismo. Además, es imprescindible para un buen desarrollo psicomotor en la infancia y la adolescencia. La Dra. Xiomara Martín, pediatra de Hospiten Roca, advierte que, tras un periodo como las fiestas navideñas, la vuelta a la rutina puede provocar cansancio, falta de energía, dificultad para concentrarse, nerviosismo, estrés o tristeza, y trastornos del sueño.
Los trastornos del sueño en la infancia (TSI) producen síntomas variados como irritabilidad, hiperactividad, compulsividad, disminución de la atención y la concentración y mal rendimiento académico. Asimismo, hasta un 15% de niños diagnosticados de trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en realidad presentan problemas a la hora de dormir, lo que altera su rendimiento cerebral.
Durante el sueño se producen, entre otros muchos eventos, un aumento en la liberación de hormona de crecimiento y se desarrollan importantes procesos de reparación de tejido, siendo de gran importancia en el crecimiento y desarrollo del organismo.
Alrededor de un tercio de los niños y adolescentes sufren en algún momento alguna alteración en el sueño. Sin embargo, los expertos creen que estos problemas están infradiagnosticados. “Los pediatras debemos ser activos en la búsqueda de anomalías a través del interrogatorio a los padres en las consultas médicas”, explica la especialista de Hospiten.
El trastorno más frecuente es el insomnio, tanto crónico (durante más de tres meses y más de tres veces por semana) como a corto plazo. Se trata de la dificultad reiterada para iniciar o mantener un sueño de calidad, aunque también presenta problemas para iniciar o mantener el sueño, dependencia al cuidador o interrupción temprana.
Asimismo, también existen otras complicaciones relacionadas con el sueño. El síndrome de apnea obstructiva del sueño suele aparecer en niños roncadores con pausas respiratorias (apneas) causadas por un aumento del tamaño de los adenoides (vegetaciones) o amígdalas. Por otro lado, el síndrome de las piernas inquietas es un trastorno neurológico crónico sensitivo motor. Este produce la necesidad urgente de mover las piernas en reposo y causa una sensación desagradable en quien lo sufre al final del día.
En los adolescentes se experimenta con más frecuencia el retraso de la fase. La pediatra Xiomara Marín explica que los jóvenes que lo sufren se duermen y despiertan tarde, por lo que “su ritmo de sueño no está ajustado a las exigencias de la vida social y académica y presentan una marcada somnolencia diurna”.
Por último, las parasomnias, aunque generalmente no afectan a la calidad del sueño, son comportamientos o experiencias anómalas que ocurren durante el descanso. El sonambulismo, los terrores nocturnos y las pesadillas son las manifestaciones más frecuentes.
Cómo identificar los trastornos del sueño
Identificar los problemas de sueño es imprescindible para poder tratarlos y los profesionales de la salud pediátrica recomiendan seguir cuestionarios con preguntas clave para detectarlos y acudir a consulta.
Los síntomas diurnos son mal rendimiento escolar, hiperactividad, accidentes frecuentes, trastornos de comportamiento, agresividad, dolores de crecimiento, cefaleas matutinas, retraso pondo-estatural, somnolencia diurna excesiva en mayores de 5 años y, en especial, una mejora de todos estos síntomas si duermen mejor. En cambio, los signos nocturnos son despertares frecuentes en mayores de un año, esperas de más de media hora para dormirse, ronquidos, pausas respiratorias o dificultad para despertarse en las mañanas.
Una vez detectado mediante este cuestionario el posible trastorno del sueño se realiza la historia clínica detallada, la exploración física, la agenda de sueño de 15 días, la valoración en tabla de percentiles y los cuestionarios específicos para cada grupo de edad. Además, se realizará una analítica en casos necesarios, estableciendo un diagnóstico y un posterior tratamiento. “En la mayoría de los casos basta con mantener una buena higiene de sueño”, explica la pediatra de Hospiten.
Las principales recomendaciones para mantener unos buenos hábitos son: Mantener un horario regular de sueño y alimentación, establecer una rutina previa al sueño con actividades relajantes en la habitación, evitar actividades estresantes y el uso de pantallas en horas previas a dormir, promover la capacidad de dormirse solo, mantener unas condiciones ambientales adecuadas en la habitación, adecuar las siestas a la edad, no crear asociaciones erróneas como relacionar el sueño con castigos y realizar ejercicios físicos al aire libre cada día, evitando actividad física en las horas previas al sueño.
Si las medidas de higiene de sueño no funcionan y ya se han descartado trastornos con tratamiento específico como la apnea, se iniciará un tratamiento farmacológico con melatonina. “Un buen diagnóstico y la individualización de cada caso determina el éxito del tratamiento. Si no es tratado adecuadamente puede afectar a la salud física y psíquica de los niños”, añade la experta.