La voz es una de las formas más completas a través de la cual el ser humano puede expresar su afectividad y su sensibilidad, permitiéndole así reflejar su individualidad y su sensibilidad, tanto fisiológica como psicológica. Además, es un importante instrumento de trabajo indispensable en el ejercicio de la mayoría de las profesiones actuales.
Pero una emisión vocal de calidad requiere no sólo el conocimiento de los aspectos anatómicos y fisiológicos directamente implicados, es decir, aquellos relativos al aparato vocal. La voz tiene, por el contrario, un importante carácter íntimo, una fuerte sensibilidad para los desajustes orgánicos y también psicológicos, lo que significa que ha de entenderse dentro del todo que cada sujeto constituye como una entidad única e irrepetible. Por tanto, algo en principio tan simple como la voz necesita de la correcta operatividad de todo un amplio conjunto de elementos.
La respiración inadecuada, la tensión muscular, la utilización de resonadores inapropiados y la emisión forzada contribuyen a la aparición de la patología laríngea que deriva en la disfonía. Dicha patología puede ser funcional u orgánica.
La disfonía funcional conlleva un mal funcionamiento del aparato fonador: impostación vocal inadecuada, afonía histérica, mal uso o abuso vocal, utilización de un tono de voz inapropiado, etc.
La disfonía orgánica proviene de disfunciones del organismo: laringitis, trastornos neuromusculares, papilomas, pólipos, traumatismos, etc.
Las alteraciones de la voz son muy frecuentes en la edad escolar. Afectan a la mitad de los niños desde los 5 ó 6 años hasta la pubertad, con mayor incidencia en el sexo masculino. En algunos niños aparecen en los primeros años de vida y se va identificando poco a poco. El niño puede pasar por períodos totalmente afónicos y se quejará de pinchazos o sequedad en la garganta. Los gritos o llantos excesivos, los juegos ruidosos, los frecuentes resfriados, pueden desencadenar un proceso de alteración temporal de la voz que, si el niño no la recupera posteriormente, puede llegar a hacerse crónica.
En el centro escolar los gritos son excesivos en relación a las posibilidades de la laringe infantil y han exigido una tensión exagerada de toda la musculatura (los juegos ruidosos al aire libre, la actividad grupal, las imitaciones abusivas de la voz de los adultos) son otras tantas razones para que el niño maltrate y fatigue su laringe.
Los pliegues vocales del niño son muy cortos. Tal condición requiere la emisión de tonos medios y agudos, sonando así una voz clara y timbrada; también posee sonidos graves, pero débiles y apagados. Al forzar la voz, el niño, apretando de tal manera los músculos de la laringe, consigue insertar intensidad a dichos tonos graves y, así convertirse esto en algo habitual, la funcionalidad de su laringe se torna defectuosa, llegando incluso a perder la posibilidad de la emisión aguda natural en él.
El uso correcto de la voz implica un aprendizaje. Es necesario conocer el mecanismo de la fonación y los recursos de la voz, para tomar conciencia de los propios hábitos, para corregirlos mediante el ejercicio y la automatización de los mecanismos más adecuados.
Si un docente ha trabajado su propia voz, puede estar más sensibilizado a la hora de inculcar a sus alumnos correctos hábitos vocales, que eviten en lo posible el mal uso y abuso vocal; a su vez, también estará más capacitado para detectar posibles trastornos de la voz que se presentan en los niños y jóvenes.
Entre la población docente existe un alto porcentaje de profesores que utilizan mal la voz y realizan esfuerzos para ser escuchados, si los docentes cuidan la voz, serán capaces de evitar disfonías.
Nuria Lorenzo González.
Servicio de Logopedia Hospiten Roca