Las rabietas en los niños son una parte normal de su proceso de maduración. Se manifiestan debido a la inmadurez propia de su edad, en un cerebro que aún no puede autocontrolarse. Estas rabietas surgen en momentos de frustración, cuando se sienten incomprendidos o no pueden imponer su voluntad. Se caracterizan por episodios de ira incontrolada, que incluyen llanto, gritos, protestas, movimientos descontrolados y espasmos de sollozo. Por lo general, comienzan alrededor de los 12 a 18 meses y se intensifican a los 2-3 años, a medida que desarrollan habilidades lingüísticas. Luego, disminuyen rápidamente hasta los 4-5 años.
Estas rabietas son formas inmaduras de expresión debido a la incapacidad del niño para comunicar adecuadamente sus necesidades e inquietudes. Esto se debe a su dificultad para controlar las emociones y su baja tolerancia a la frustración. Aprender a afrontar la frustración es una habilidad que los niños adquieren con el tiempo.
Las rabietas también pueden ser una forma en la que los niños buscan afirmarse y afirmar su independencia, lo que genera un conflicto emocional interno. Además, son consideradas normales si ocurren de forma ocasional y no duran más de quince minutos.
Conforme los niños crecen, continúan necesitando la protección de los adultos, pero también desean tener más control sobre su entorno de lo que pueden manejar. Esto les lleva a tomar decisiones propias que a menudo entran en conflicto con las de los adultos, lo que puede dar lugar a rabietas.
Lo importante es que podamos conectarnos con los niños y ayudarlos a gestionar sus emociones, acompañándolos en su vida y no ignorando sus sentimientos. Para gestionar estas rabietas de manera respetuosa, es fundamental estar presentes, reforzar los vínculos con ellos y ayudarlos a sentirse vistos, queridos y aceptados tal como son, lo que sienta las bases para una vida plena y feliz.
Es fundamental comprender las rabietas para poder controlarlas y ayudar a nuestros hijos. Para ello, es importante conocer cómo funcionan en el cerebro. Nuestro cerebro se divide en dos hemisferios con funciones distintas. El hemisferio izquierdo se encarga de lo lógico, lo literal y lo lingüístico, mientras que el hemisferio derecho es creativo, no verbal y emocional, ocupándose más de las sensaciones, las imágenes y los recuerdos personales. En una rabieta, el hemisferio derecho predomina, por lo que es crucial ayudar al niño a conectar ambos hemisferios para restaurar el equilibrio emocional.
¿Por qué aparecen las rabietas?
Las rabietas pueden surgir debido a la frustración del niño al no contar con los recursos necesarios para gestionar su ira de manera adecuada. A menudo, son la única forma que tienen de expresar su frustración y de comunicar que tienen necesidades diferentes a las de los adultos.
También pueden ser resultado de un conflicto emocional, ya que los niños pueden no comprender por qué no pueden obtener lo que desean, lo que genera rechazo hacia los adultos. Este conflicto emocional puede hacer que los niños se enfrenten a las personas que más quieren.
Las rabietas, en ocasiones, se expresan automáticamente porque los niños no saben manejar la frustración de otra manera. No están desafiando a los adultos, pero a veces aprenden que esta es una forma de llamar la atención.
¿Cómo gestionarlas de manera respetuosa?
Para gestionar las rabietas de manera respetuosa, es esencial:
1. No actuar impulsivamente y mantener la calma, ya que esto muestra un equilibrio emocional que los niños pueden aprender a imitar.
2. Evitar gritar, castigar, criticar o pegar, ya que esto no ayuda al niño a aprender a manejar sus emociones de manera permanente y puede tener efectos negativos a largo plazo.
3. Descubrir el motivo de su enfado y ofrecer soluciones o alternativas para ayudar al niño a lidiar con su frustración.
4. Permanecer a su lado y escuchar sin juzgar ni opinar, para que el niño se sienta acompañado y comprendido.
5. No ignorar sus emociones, aunque se pueda ignorar su conducta, ya que es fundamental que el niño se sienta libre de expresar lo que siente.
6. Aceptar y nombrar los sentimientos del niño para que se sienta comprendido.
7. Esperar a que se calme antes de hablar sobre lo que sucedió y cómo podría sentirse mejor.
8. Ofrecer contacto físico para ayudar a calmar la intensidad del enfado.
9. Dar estrategias al niño para gestionar sus emociones y ofrecer alternativas para liberar el enfado.
10. Ayudar al niño a contar la historia de lo que le enfadó para que comprenda y gestione mejor la situación.
No es recomendable intentar razonar con el niño durante una rabieta, ya que en ese momento se centra en alcanzar su objetivo y no puede prestar atención a argumentos racionales. La paciencia y el tiempo son aliados importantes para lidiar con las rabietas de manera respetuosa.
¿Cómo prevenir las rabietas?
Para prevenir las rabietas, se pueden aplicar algunas estrategias:
1. Detectar las primeras señales de rabia y conocer los límites de los niños, identificando las situaciones desencadenantes, como el cansancio, el hambre o la incomodidad.
2. Ser flexible sin modificar las normas importantes, permitiendo que el niño tenga cierto control sobre decisiones pequeñas.
3. Reforzar comportamientos positivos con elogios y cariño cuando el niño se porte bien.
4. Proporcionar alternativas y distracciones en lugar de lo que está prohibido.
¿Cómo ayudar a que desaparezcan las rabietas?
El objetivo no es eliminar por completo las rabietas, sino acompañar a los niños, consolarlos y enseñarles que pueden contar con nuestro apoyo. La paciencia, el cariño y el tiempo son esenciales en este proceso. Si las rabietas persisten después de los cuatro años, son frecuentes y se producen sin provocación aparente, es aconsejable consultar a un psicólogo infantil.
Dra. Sandra Serrano Perdomo
Especielista en pediatría en Hospiten Roca